Este es un discurso presidencial incomparable al Congreso en una cálida noche en Washington.
De camino al Capitolio, estaba lleno de policías y soldados uniformados, un grupo de excursionistas, uno o dos corredores y algunos miembros del personal del Congreso que se dirigían a casa. La presencia de una valla fuertemente custodiada era un recordatorio constante de la mortífera rebelión del 6 de enero.
Fui a un edificio de oficinas del Congreso, pasé por un detector de metales estilo aeropuerto, caminé por dos pasillos vacíos, tomé un ascensor hasta el sótano y luego mostré evidencia de la prueba de coronavirus que se realizó el lunes. Agarré una muñeca y un boleto, pasé por otro detector de metales y caminé por un túnel subterráneo hasta la Cámara de Representantes.
La Galería de Prensa de la Casa, por lo general llena de tantos reporteros que es difícil llegar a la oficina, es mucho más silenciosa, menos estándar esta noche y todos están enmascarados.
En lugar de las habituales 1.600 personas en la sala de la Cámara de Representantes para una dirección de estilo sindical, esta vez solo hay 200 sin invitados permitidos (excepto efectivamente), debido a las restricciones de seguridad relacionadas con el coronavirus. Algunos boletos se deciden por orden de llegada y otros por lotería. El presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, será el único miembro de la Corte Suprema que asistirá.
Tampoco hay necesidad de un «superviviente» esta vez. Este es el alto funcionario que generalmente se mantiene alejado en un lugar seguro en caso de un desastre en la Cámara de Representantes que arrasa con el Presidente, el Vicepresidente y el Consejo de Ministros.
Pronto estaremos entrando en la sala de la Cámara de Representantes, donde las armas para defender a los miembros de la mafia han sido retiradas el 6 de enero. Tras su investidura, Biden hablará con quienes miran en casa y quienes ven (y aplauden) en persona: se ha convertido en un experto en hablar de cerca con la cámara de televisión, pero ahora también debe conducir una habitación cavernosa.
Mi opinión de alta mentalidad me permitiría observar a grandes personas en el auditorio, pero me privarían de ver la pintura histórica de dos mujeres, la vicepresidenta Kamala Harris y la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, sentadas detrás de Biden. La reproducción en la televisión es imprescindible.
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