El éxito en las actividades competitivas depende de la convicción del objetivo, la flexibilidad en la estrategia y las opciones tácticas para su desarrollo. En el fútbol, el español Luis Enrique ha armado un equipo de control de balón que puede jugar de muchas formas diferentes, con o sin extremos, atacantes o laterales, pero siempre juega desde atrás conectando infinitos triángulos. El italiano Mancini formó un equipo que también quería el balón, pero cuando España se apoderó de él, cambió de forma y defendió, apostando por los penaltis. En política monetaria, la persuasión, la flexibilidad y la discreción también son las claves del éxito. Pero no siempre fue así. En la antigua política monetaria, los bancos centrales eran rígidos, se limitaban a un solo instrumento, la tasa de interés, y no comunicaban sus intenciones. En la nueva política monetaria, todo cambió.
En un volumen publicado recientemente conjuntamente por el Centro de Investigación Económica y Política de Londres y el Centro Internacional de Estudios Monetarios y Bancarios de Ginebra, que coedité con Bill English de la Universidad de Yale y Christine Forbes del MIT, recopilamos las acciones de Dieciséis bancos centrales, tanto de países desarrollados como emergentes en Ambos, durante la crisis de Covid, analizamos las similitudes, diferencias y lecciones aprendidas.
El brote de COVID-19 a principios de 2020 atrajo a muchos bancos centrales que aún luchaban por aumentar la inflación después de una década por debajo del objetivo. La rapidez y rapidez de la recesión económica, el rápido aumento de la volatilidad del mercado y la inquietante incertidumbre sobre el impacto de la pandemia en un entorno de muy baja inflación han dado lugar a una respuesta sin precedentes de los bancos centrales. No se trataba de una recesión récord, provocada por sobrecalentamiento o excesos financieros, sino más bien análoga a un coma económico inducido. Diferentes recesiones exigen una respuesta diferente.
En la antigua política monetaria, los bancos centrales eran rígidos, se limitaban a un solo instrumento, la tasa de interés, y no comunicaban sus intenciones. En la nueva política monetaria todo ha cambiado
Las tasas de interés a corto plazo, que ya son bajas en la mayoría de las economías avanzadas, han caído rápidamente en todo el mundo, llegando a cero en todas las economías avanzadas e incluso en algunas economías emergentes. Aunque hubo acuerdo en que la política fiscal y sanitaria desempeñaría un papel clave en la lucha contra la pandemia y la generación de recuperación económica, la política monetaria tuvo un papel fundamental que desempeñar cuando los mercados colapsan, los flujos de capital hacia los mercados emergentes colapsan y la actividad económica se desvanece de la noche a la mañana. Los bancos centrales restauraron rápidamente las estrategias, herramientas y facilidades de crédito y liquidez que se utilizaron durante la crisis financiera de 2007, para expandirse posteriormente e introducir un nuevo conjunto de programas para apoyar sectores adicionales de la economía.
Si bien las acciones específicas de cada banco central están lógicamente determinadas por las necesidades individuales de sus economías y las características de sus instituciones, se pueden distinguir varios patrones de comportamiento comunes a todos ellos: la escala, velocidad y alcance de las respuestas; Uso de un conjunto multidimensional de herramientas (incluidos recortes de tasas de interés y orientación futura, compra de una variedad de activos, liquidez y líneas de crédito y flexibilidad regulatoria); La capacidad de los mercados emergentes para utilizar una política monetaria anticíclica y comportarse de manera similar a las economías avanzadas.
Esta respuesta multidimensional resolvió algunos dilemas no resueltos. Finalmente, ha terminado con la distinción nociva y artificial entre instrumentos monetarios tradicionales y no tradicionales. La flexibilidad y discreción que ofrece esta amplia gama de instrumentos aumenta la efectividad de la política monetaria, y todos los instrumentos deben estar disponibles en todo momento. Abordó las preocupaciones sobre el posible impacto inflacionario de los grandes balances de los bancos centrales o los compromisos de mantener tasas de interés cero durante el tiempo que sea necesario. Mostró que la distinción entre economías avanzadas y emergentes no está relacionada con las herramientas disponibles, sino con tener fundamentos económicos sólidos y un marco institucional confiable. Algunos países optaron por no comprar los activos (incluso después de obtener la autoridad legal para hacerlo), mientras que otros pudieron utilizar estas herramientas de manera muy limitada.
Esta nueva política monetaria también enfrenta muchas preguntas sin respuesta. Actualmente, las tasas de interés son cero en todas las economías avanzadas, y en algunas lo han estado durante más de una década. La respuesta agresiva y eficaz de los bancos centrales al shock de Covid muestra que pueden defenderse eficazmente de una sorpresa tan negativa. Pero aún no está claro que sean capaces de atacar con la misma fuerza y determinación. La inflación subyacente ha estado por debajo del objetivo durante demasiado tiempo (ignore la volatilidad temporal de la reapertura de la inflación) y aumentarla requiere nervios de acero: la única manera de convencer al mundo de que la inflación del 2% es una meta verdaderamente simétrica, no un techo, es generar un período de inflación superior al 2%. Esto hace que los banqueros centrales se sientan incómodos: ¿y si lo exageran y la inflación alcanza el 3%? Pero es un riesgo necesario, porque la alternativa – la inflación estructuralmente baja – es peor, porque limita la capacidad de la política económica para gestionar el ciclo económico y frena el crecimiento económico futuro.
En respuesta a esta necesidad de atacar la baja inflación, la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo (BCE) han revisado su estrategia de política monetaria con un objetivo similar (mejorar la credibilidad y similitud de su objetivo) pero con una diferencia fundamental. La Reserva Federal, que enfrenta un pequeño déficit inflacionario, se ha comprometido a generar un período de inflación superior al 2%. El Banco Central Europeo, que se enfrenta a un gran déficit de inflación, ha sugerido que podría soportar pasivamente un período de inflación superior al 2%. La Fed quiere el balón y el ataque, y ahora el BCE defiende. Esperemos que el BCE decida atacar cuando implemente su nueva estrategia y haga lo que sea necesario para cumplir con su nuevo mandato.
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