GB Marine Aries | Éste es el lema que grita reiteradamente el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ante cualquier tema relacionado con la economía española. La exvicepresidenta Nadia Calviño solía ofrecer un enfoque más razonable que esta evaluación complaciente. El crecimiento, aunque modesto, ocupa un lugar más alto que el de otros países europeos, lo que alimenta tasas de empleo razonables incluso en un entorno de estancamiento. Los precios, poco a poco, están bajo control. Los déficits públicos excesivos y el endeudamiento son inexorables en comparación con otros. A España parece irle un poco mejor que a la mayoría de sus vecinos. Sólo los socios de la coalición liderados por la vicepresidenta Yolanda Díaz han criticado duramente este panorama optimista, destacando que las familias enfrentan cada vez más dificultades para llegar a fin de mes, conseguir un trabajo decente o encontrar una vivienda asequible. La oposición procedente del interior del Gabinete es una prueba clara del caos actual en la política española.
Sin embargo, los ingresos personales se mantienen en niveles similares a los de hace dos décadas, afectados por la caída de la productividad. A medida que los servicios de bajo valor agregado aumentan su participación en el PIB, mientras la industria disminuye, la economía no logra generar buenos empleos ni inversiones orientadas al futuro. El gobierno ignora esta escasez y promete jornadas laborales más cortas, aumento de los salarios mínimos y mayores beneficios de jubilación. Quizás el gobierno esté adoptando una postura tan populista para ocultar su humillante subordinación al líder separatista catalán, Puigdemont. Sánchez debe pagarle un rescate cada vez mayor a cambio de ayudarlo a mantener su cargo de primer ministro.
Es poco probable que un gabinete carente de cohesión interna, sujeto a un grupo demagógico y variopinto de parlamentarios solidarios y rehén de un líder excéntrico deseoso de vengar las injusticias del pasado, llegue a adoptar políticas predecibles. Tampoco puede inspirar confianza total, por lo que no proporciona los valores básicos que uno espera de quienes gobiernan el país. España no parece estar funcionando tan bien como afirma Sánchez.
«Solucionador de problemas. Gurú de los zombis. Entusiasta de Internet. Defensor de los viajes sin disculpas. Organizador. Lector. Aficionado al alcohol».