Funkas | El creciente desequilibrio en el tamaño de las generaciones mayores y jóvenes plantea un desafío a la solidaridad intergeneracional, con importantes implicaciones a nivel económico, social y político. España es un buen ejemplo de esta tendencia demográfica. Mientras que en 2012 la población de 65 años y más representaba el 17,4% de la población, para 2022 ya ha superado el 20%. En cambio, la población menor de 20 años cayó al 19,2% en 2022, tras años de estancamiento en torno al 20%. Es decir, la proporción de población mayor de 64 años en España ya supera a la proporción de personas menores de 20 años, algo que ya ha sucedido en Alemania, Italia y Portugal, entre otros países europeos, como indicábamos en la con motivo del Día Europeo. La solidaridad intergeneracional que se celebró el pasado fin de semana.
Las proyecciones demográficas apuntan a un mayor desequilibrio generacional en las próximas décadas, lo que plantea un desafío en el sentido de que grupos de los que se espera que muestren solidaridad, es decir, cooperación mutua y generosidad, cuenten con recursos que los colocan en situaciones muy diferentes. Hoy en día, son las generaciones mayores las que absorben la mayor parte de la renta nacional canalizada a través de los estados de bienestar europeos. También suelen tener la mayor cantidad de riqueza financiera e inmobiliaria y, por su peso demográfico, son actores decisivos en los resultados electorales.
Desde 2013, la mayor renta per cápita y unidad de consumo se encuentra en el grupo de edad de 64+ años, que también presenta un menor riesgo de pobreza o exclusión social desde 2010. Las generaciones que derivan la mayor parte de sus ingresos de las pensiones públicas se encuentran en una mejor situación posición económica que el resto, no sólo les va mejor que a los que están fuera del mercado laboral (como los menores de 16 años), sino que también les va mejor que a los que están en edad de trabajar (16-64).
Estos datos establecen un contexto más apropiado para la tensión que la solidaridad intergeneracional. Sin embargo, en el caso español no se observó ningún conflicto, lo que puede deberse a las estrechas relaciones entre generaciones en las familias españolas.
Los contactos entre familiares de distintas generaciones que no viven en el mismo hogar indican la intensidad de las relaciones intergeneracionales. Según las respuestas a una pregunta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre la frecuencia de concertar “salidas o reuniones en casa” con familiares no convivientes, incluidos padres e hijos, la epidemia no ha frenado la frecuencia de las encuentros cara a cara entre familiares de diferentes generaciones.
Las respuestas a la misma pregunta también revelan que aunque los españoles se encuentran o van a ver a los hijos con más frecuencia que a los padres, la relación con los padres es muy frecuente. El porcentaje de españoles que se encuentran o acuden a sus padres (no convivientes) “varias veces a la semana” el pasado mes de marzo era del 56% (unos 20 puntos menos que el porcentaje de los que declaran reunirse con hijos que no viven en casa). Entre los hombres, los porcentajes eran mucho más bajos. Es de destacar que, en todas las edades, las mujeres informaron que se reunían o visitaban a sus padres, hijos o hermanos (que no convivían) con más frecuencia que los hombres.
Es razonable suponer que las dos esferas de la solidaridad intergeneracional —la familia y la sociedad— son interdependientes y que mientras sigan siéndolo, el potencial de conflicto intergeneracional será menor. Sin embargo, esta «protección familiar» también puede verse debilitada en sociedades donde, como en España, las generaciones más jóvenes se ven afectadas por el bajo número de nacimientos.
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