Resumen ejecutivo[1]
La guerra en Ucrania supuso un shock geopolítico para Europa y un shock cultural para la UE. Nos recuerda que el uso de la fuerza sigue siendo un factor determinante en las relaciones internacionales (y europeas) y cuestiona la idea de que las relaciones económicas con potencias como Rusia (o China) contribuyan a su liberalización política. La guerra ha dado crédito a los recientes llamamientos de los líderes europeos para reinventar la «geopolítica» y el «lenguaje del poder», alentando a Europa a ir más allá de una concepción excesivamente legalista o ética de la política exterior y la seguridad para alinear las políticas económicas y las prioridades estratégicas. En particular, la competencia entre el orden internacional a nivel regional y global y el resurgimiento de los rivales rusos y chinos parecen haberse establecido como elementos clave en la construcción de la política exterior europea y las relaciones transatlánticas. Mientras tanto, la agresión rusa en Ucrania pone de manifiesto el liderazgo demostrado por Estados Unidos en medio de la creciente brecha económica entre Estados Unidos y la UE durante las últimas dos décadas, y las contradicciones entre la UE en cuestiones relacionadas con la defensa y la seguridad. Obstáculos en el camino hacia una mayor «autonomía estratégica» europea Sin embargo, las dudas sobre el compromiso de Washington con Ucrania a corto y medio plazo y la decisión estadounidense de priorizar la competencia con China a largo plazo están obligando a los europeos a asumir una mayor responsabilidad estratégica.
España necesita convencerse de que puede desempeñar un papel activo en la escena internacional
La guerra en Ucrania parece haber acelerado otras tendencias importantes en el sistema internacional, como la creciente asertividad de las potencias regionales (India y Brasil, por ejemplo) y su renuencia a alinearse en el contexto de la competencia política entre ellas. Occidente, Rusia o China, y están buscando alternativas al orden internacional «liberal» que surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Además de resaltar la reciente inestabilidad en Oriente Medio, también cabe destacar la creciente desafección del llamado 'Sur Global' hacia Occidente. Se acusa a los países occidentales de practicar dobles raseros y de no prestar la misma atención a sus guerras y crisis, como se muestra en el caso de Ucrania. Por su parte, Rusia y, sobre todo, China buscan aprovechar este descontento y utilizar los agravios (históricos) en el Sur Global para socavar la imagen de Occidente y Europa. Es decir, el Sur Global opera con neutralidad y ambigüedad geopolítica y se guía por el pragmatismo (dependiendo de la situación, ¿qué grandes potencias pueden ofrecer los mayores beneficios?). España, por su condición de puente geopolítico entre Europa, América y África, quiere actuar como 'punta de lanza' en la batalla occidental y europea por el Sur Global; Por sus vínculos culturales y económicos con una parte importante del Sur Global, particularmente América Latina y, en menor medida, África; y por su imagen relativamente positiva en regiones como Oriente Medio y Asia. Para lograr su ambición de «punta de lanza», España necesita convencer a tres audiencias clave: ella misma; Europa y Occidente; y el Sur Global. La batalla por el Sur Global no puede reducirse a su simple alineación general con Rusia (o China) o Occidente/Europa; Por el contrario, pequeños cambios y matices en las posiciones de diversos actores en el Sur Global pueden tener grandes consecuencias geopolíticas en una variedad de geografías y ámbitos operativos.
En este contexto, España, por su condición de puente geopolítico entre Europa, América y África, aspira a actuar como 'punta de lanza' en la batalla occidental y europea por el Sur Global; Por sus vínculos culturales y económicos con una parte importante del Sur Global, particularmente América Latina y, en menor medida, África; y por su imagen relativamente positiva en regiones como Oriente Medio y Asia. Para lograr su ambición de «punta de lanza», España necesita convencer a tres audiencias clave: ella misma; Europa y Occidente; y el Sur Global.
En primer lugar, España debe convencerse de que puede desempeñar un papel activo en el ámbito internacional, lo que requiere un cambio de cultura y actitud estratégica. En particular, debe superarse el reflejo excesivamente normativo y de imitación (dejar que Europa piense en su nombre) que a menudo rodea la política exterior de España y la compromete con su propia opinión (nacional). Para la transición hacia un mundo caracterizado por el resurgimiento de la competencia interestatal, España debe adaptar el concepto de relaciones internacionales, donde se intenta resolver problemas de carácter transnacional (terrorismo, crimen organizado, cambio climático, etc.) a través de un enfoque multilateral conciliador. El concepto de España como país 'nodal'Uno que busque tejer relaciones entre todos los lados sin discriminar claramente entre aliados, socios y rivales.
La metáfora de la punta de lanza pretende evocar un espíritu proactivo y decidido, más que una actitud belicosa, partiendo del reconocimiento de la competencia interestatal como eje principal de las relaciones internacionales y de una clara identificación de los polos geopolíticos de España (Europa y Occidente). Como sus rivales geopolíticos, si bien se mantienen alejados de la idea de 'nación nodal', su alineación con la importancia de construir puentes hacia el Sur Global es fluida y controvertida. Tal cambio «cultural» o ideológico necesitaría apuntalar los cimientos del poder nacional y aumentar significativamente los recursos dedicados a su presencia exterior, particularmente en áreas como América Latina y África, donde España se ha retirado o está golpeando bajo su peso y ambiciones. . En este sentido, sin negar la existencia de divisiones políticas internas, a diferencia de otros países de la órbita de España, la política exterior cuenta con un amplio consenso interno: sus relaciones con el exterior han sido históricamente y siguen siendo importantes. Factores que contribuyen a la unidad española-. También hay que subrayar que este énfasis en el interés nacional no es en modo alguno incompatible con su postura proeuropea. Al contrario: una Europa fuerte requiere Estados fuertes y proactivos que puedan ayudar a impulsar y desarrollar la política exterior europea. España necesita convencer tanto a Europa como a Occidente y al Sur Global de su capacidad para actuar como punta de lanza. En primer lugar, absorber el resurgimiento de la competencia interestatal y articular una narrativa pública clara sobre los desafíos que representan China y Rusia es vital para la credibilidad estratégica de España en Europa y en otras partes de Occidente. España ha avanzado mucho en este sentido en los últimos años. En segundo lugar, España necesita promover una estrategia que vaya más allá de la necesidad de adoptar marcos occidentales y una narrativa hacia el Sur Global, partiendo de la comprensión de sus propias dinámicas y necesidades.
[1] El análisis surgió de las discusiones en la reunión del Grupo de Trabajo sobre 'Política Exterior, Defensa y Seguridad' celebrada el 14 de junio de 2023 en las oficinas del Real Instituto Elgano en Bruselas. El autor agradece a Guillermo Ardizone, Félix Arteaga, Mario Esteban, Raquel García, Rubén Díaz-Plaja, Álvaro Impernan, Emilio Lamo de Espinosa, Enrique Face, Elena Gómez Castro, María Ledo, Mira Milosevic, Ignacio Molina, Miguel Otero Iglesias, José Fleswell, Nerez, Pedro Serrano, Federico Steinberg, Federico Torres Muro y Camilo Villarino por sus comentarios a versiones anteriores del análisis. El autor es el único responsable del contenido de este documento de política y de cualquier error u omisión.
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