Fernando González Urbanega | Dos cuestiones económicas y prácticas ocupan el debate público: cómo mantener el empleo y cómo aumentar los salarios. Estos parecen objetivos incompatibles, pero los mercados laborales son demasiado complejos para reducirlos a ecuaciones simples. La afirmación de que los salarios más bajos aumentarán el empleo es tan infundada como la afirmación de que los salarios más altos reducirán el empleo. Se involucran otros factores más complejos para lograr mercados laborales más eficientes, capaces de generar empleo pleno (o lo más cercano posible) y salarios razonablemente adecuados o suficientes. El debate actual gira en torno a tres afirmaciones: a. Elevar el salario mínimo a niveles compatibles con las recomendaciones internacionales (60% del salario medio) y equivalentes a los de los países competidores y socios (alrededor de 1300 € al mes (1150 x 14); b. Sin cambios mientras las tasas de empleo son muy bajas y se recuperan es muy débil c – Un proceso gradual de llegar a 1200 € x 14 meses durante el transcurso de la legislatura El debate es asombrosamente modesto, elevar este punto de referencia a entre el 2 y el 10% es completamente irrelevante.
Otro tema de controversia es la derogación de las recientes reformas laborales, que también incluyeron tres cargos. una. Cancelación completa sin entrar en detalles. NS. Eliminación parcial de solo los elementos más dañinos sin entrar en detalles también. NS. Mantener e incluso resaltar reformas. La discusión también es irracional, más superficial que real. Lo real, lo que está en el fondo del asunto, es que España padece un triple mal en materia laboral: primero, una baja tasa de empleo, que es la más baja de la OCDE; En segundo lugar, un alto nivel de inestabilidad coercitiva. Y en tercer lugar, ofrece bajos salarios, un 10-20% más bajos que los de los países con los que debería compararse. Tres problemas coinciden con la complejidad del proceso de toma de decisiones para salir de apuros. Un aumento salarial, comenzando con los salarios más bajos (que está al alcance del gobierno, que puede dictar las reglas) puede afectar la cantidad de empleo. Hacer que la inestabilidad sea más difícil, también a través de regulaciones, también plantea amenazas obvias. Por eso hay que aplicar el pensamiento lateral, saliendo de la discusión para abordar el problema.
En el centro de todo hay un concepto, un elemento de aclaración: se llama productividad, es decir, la capacidad de producir más de lo mismo o menos. Si la productividad española es equivalente a la productividad alemana (un objetivo que no es demasiado descabellado), es probable que el empleo y los salarios aumenten y la inestabilidad sea limitada. Vincular los salarios, las obligaciones comerciales y los sindicatos a la productividad y no a otras externalidades (IPC, PIB …) sería la mejor contribución para resolver el triple problema del empleo escaso y precario y los bajos salarios. El proceso de mejora de la productividad que requiere varios años de gestión y difusión de su impacto positivo. Un proceso que requiere explicaciones, inteligencia, perseverancia y confianza en el futuro. Debe comenzar hablando y pensando en su momento y conveniencia. Hablemos de productividad tanto en el sector público como en el privado.
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